El complejo rural en el que se desarrolla la actividad agroturística está situado en el centro de una granja, propiedad en su totalidad de la familia Salvadori.
Los abuelos de la actual propietaria fueron agricultores directos toda su vida hasta que llegaron a la edad de jubilación. Más tarde, en julio de 2000, Cristina continuó la actividad agrícola con la clara intención de poner en marcha un negocio de agroturismo en la granja.
Son muchas las razones que la llevaron a esta elección, ante todo la constatación de que embarcarse en una actividad empresarial en el sector agrícola la habría atado inextricablemente a su tierra, tanto física como emocionalmente, exponiéndola al riesgo de quedar aislada
Cristina vio por casualidad un artículo en una revista sobre el agroturismo, su potencial y sus beneficios económicos, y nació el deseo de intentar hacer algo parecido en su granja. Fue decisivo el apoyo de su padre, que casualmente estaba en contacto con un asesor de la asociación CIA y se enteró de la oportunidad de financiación para jóvenes agricultores en el marco del plan de desarrollo rural.
Tras una primera fase de obras autofinanciadas destinadas a la consolidación estructural del edificio, realizadas entre 2000 y 2002, surgió la oportunidad de recibir una subvención para la construcción de las instalaciones y la conversión de las estructuras de producción en viviendas.
Fueron necesarios casi dos años de obras, concluidas en 2004, para permitir la transformación de las salas que antes se dedicaban a la actividad agrícola, como establos, almacenes, secaderos de tabaco y pocilgas, en 6 salas que aún conservan la historia de una actividad agrícola pasada.
Cristina no asistió a ningún curso de formación en el sector turístico, pero la región de Toscana sí organizó un curso para operadores de agroturismo, que tuvo lugar en 2003, año en que entró en vigor la actual ley regional que regula el sector. Por tanto, Cristina adquirió conocimientos a través de la experiencia directa en contacto con los primeros huéspedes que llegaron a las instalaciones a partir de 2005.
Lo que también tiene de especial la masía de Cristina es el refinamiento del mobiliario. Todas las habitaciones están amuebladas con muebles de época, y aunque no son especialmente valiosos, transmiten toda la historia que acompaña a camas, mesillas, catres, baúles y armarios. Toda la familia Salvadori ha contribuido a la búsqueda de los muebles, que se han encontrado en mercadillos de antigüedades incluso fuera de la provincia.
Todo el proceso de desarrollo empresarial contó con la ayuda de la CIA, que proporcionó apoyo tanto en la puesta en marcha como en el mantenimiento de la empresa.